Por fin! Hace rato que esperaba
este día, hace tiempo que quería escribir sobre esto. Hoy les voy a hablar de
un tema que se apasiona, de algo que sin dudas es más que trascendente
para cualquier persona, sociedad, país, región, y por supuesto para mí, la educación.
Instrumento que considero como lo más “revolucionario” que puede tener un ser
humano. Instrumento que considero como la columna vertebral de cualquier
comunidad y de la cual se desprenden un sinfín de otras actividades, que parecieran
ser más importantes que esta, pero que, si se cuestiona profundamente, siempre
llegamos a la misma base.
Como decía Napoleón, “con un
ejemplo se entiende todo”, y hoy quiero mostrarles el ejemplo de un país,
considerado en todo el mundo como el de mejor excelencia educacional a nivel
global. Se trata de Finlandia, un pequeño país ubicado al oeste de Europa y
perteneciente a dicho bloque desde 1995.
No son
los que más invierten en educación (menos del 7% del PIB), ni los que imponen
la mayor carga horaria a los niños en las escuelas (608 horas lectivas en
primaria en comparación con 875 de España). Tampoco se inclinan por dar
cantidades excesivas de tarea para la casa; y, a la hora de evaluar formalmente
el éxito del proceso de aprendizaje, un par de exámenes nacionales cuando los
jóvenes dejan la escuela, a los 18 años, les basta. Entonces, ¿cómo es
posible que los alumnos finlandeses siempre ocupen los primeros puestos en las
listas internacionales que evalúan los niveles educativos?
Uno de
los temas clave, según varios expertos, es la calidad de los profesores.
Para ellos, el profesorado tiene un nivel de formación extraordinaria, con una
selección previa tan exigente que no se compara con ninguna otra en el mundo. Sólo
entra en las facultades de educación gente con notas por encima de nueve, nueve
y medio sobre diez. Son muy exigentes. Se les hacen pruebas de lectura,
sensibilidad artística, de dominio de algún instrumento, de comunicación. Como
resultado, las universidades sólo reclutan a un 10% de los estudiantes que se
presentan. Y para ejercer la docencia todos los maestros necesitan hacer
una maestría.
A esta
exigencia, se le debe sumar el reconocimiento que reciben. No necesariamente en términos
económicos, ya que los sueldos de los educadores no presentan grandes
diferencias con el resto de Europa (según la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico, OECD, el salario básico de una maestro de primaria es
de entre US$29.000 y US$39.000 anuales), sino sociales. Los maestros son
considerados profesionales académicos y tienen la responsabilidad de
desarrollar su trabajo, por eso no se ejerce sobre ellos un control excesivo. Como
resultado de esto, tenemos la gran cantidad de gente atraída por ser docente,
ya que puedo afirmar que en Finlandia, ser docente, es un honor.
Otra
de las razones por las que el sistema finlandés funciona es, en gran medida,
porque la escuela es sólo uno de los engranajes del proceso educativo. Las
otras variables de peso son la familia y la sociedad -de tradición luterana-
donde hay un elevado sentido de la responsabilidad y donde se valora a las
personas "por su formación y no por su situación socioeconómica". La
mayoría de los hogares están suscritos a uno o varios periódicos y ésta es una
tradición que luego se pasa a los niños.
Los
medios indirectamente también ayudan al aprendizaje de la lectura, ya que todos
los programas de televisión en lengua original, la mayoría en inglés, están
subtitulados y eso impulsa a los niños a aprender a leer y a aumentar la
velocidad lectora.
Pero
también los finlandeses apuestan por la educación porque saben que como país
pequeño, rodeado de vecinos poderosos como Rusia o Suecia y sin un arsenal de
recursos naturales a su disposición, la cultura -su dominio en el ámbito del
conocimiento- es lo que lo que les da la posibilidad de competir en una economía
global.
¿Qué
envidia no? No sé si envidia, pero como me gustaría que en Argentina sea más
valorado el maestro, el profesor. Que se lo respete más, que tenga beneficios,
que sea reconocido económica y socialmente. Que se sienta motivado por esta profesión.
Somos uno
de los países que más invierte en educación en Latinoamérica -6% del PBI-,
tenemos un montón de universidades públicas y cada vez se crean más. Pero tengo
la sensación que no está alcanzando. No se trata tampoco de copiar y pegar el sistema
entero, no funcionaria. Pero si de rescatar las cosas positivas y que tengan
viabilidad en nuestro país, sus vecinos europeos lo hacen.
Podríamos
empezar mejorando el proceso de selección de los maestros, fomentar más las
bibliotecas públicas (en Finlandia son altamente concurridas) y sobre todo,
comprometer mucho más a las familias para que contribuyan con el proceso de escolarización.
Que cuando se planeen grandes reformas se incluya en el proceso a maestros y
alumnos y que no sea solo un proyecto político.
En Finlandia
casi toda la educación es pública y gratuita, al igual que la comida y los
materiales de estudio. El promedio de alumnos por clase es de 23 chicos. Las clases
son mixtas y de diferentes grados de capacidad. Se les toma un examen nacional
cuando cumplen los 18 años. Durante los primeros seis años de primaria es el
mismo maestro para casi todas las asignaturas. Y algo muy importante, tienen IGUALDAD
DE OPORTUNIDADES.
En estos momentos donde un gran referente
mundial no está pasando por un buen estado de salud, cierro esta nota con una
de sus frases más famosas: “La educación es el arma más poderosa que puedes
usar para cambiar el mundo”.
La dijo Nelson Mandela y espero que mi país,
la República Argentina, la lleve como bandera siempre.